«Un cambio inevitable y una oportunidad» por Casimiro Curbelo

Casimiro Curbelo

Presidente del Cabildo de La Gomera

La isla de La Gomera ha puesto en marcha la construcción de cinco parques eólicos capaces de producir más energía de la que consume la isla. Es una apuesta por la soberanía energética, que se complementará con un ambicioso plan de instalación de placas solares, sistemas de eficiencia energética, modernización en el tratamiento de residuos o el impulso de la movilidad eléctrica. En pocos años, La Gomera será un territorio descarbonizado y tendrá una economía que funcionará de forma sostenible.

Muchos consideran que este propósito se basa solo en un concepto de responsabilidad con el medio ambiente y en la lucha contra el cambio climático. Pero no es así. Es un paso imprescindible en la configuración de un modelo económico en el que creemos y que dentro de no mucho tiempo se revelará coherente con las futuras actividades que en nuestras islas tienen que ver con un nuevo turismo más responsable, que valora cuestiones como el medio ambiente y el respeto a la naturaleza.

Nuestras islas tienen que apostar por las energías renovables no solo porque pensamos en un  mundo mejor, sino porque nos hará menos dependiente de las compras externas de derivados del petróleo que consumen una parte apreciable de nuestro PIB: más de un 5%, antes de que se disparara el precio de las materias primas. Pero, además, la instalación de nuevos sistemas de producción de este tipo de energías limpias, que son ilimitadas, no contaminantes y más baratas que otras fuentes tradicionales, demandará un empleo altamente especializado y se convertirá en una actividad estable para un amplio sector de nuevas profesiones. 

Algunos críticos señalan que esa gran revolución energética en Canarias no supondrá un cambio de nuestro modelo productivo y que solo aporta un ahorro en costes de producción eléctrica. Solo eso ya sería una razón suficiente para hacerlo. Pero es que hay más. Canarias se puede convertir en la mejor zona geográfica especializada en la producción y prueba de nuevas tecnologías asociadas al aprovechamiento de recursos renovables. Países africanos vecinos, que han comenzado su desarrollo social y económico, pueden tener en las islas un banco de aprendizaje en el terreno de la energía solar, eólica, mareomotriz o geotérmica.

Hablamos una y otra vez de la necesidad de diversificar la economía de las Islas para no depender de una forma tan exagerada del turismo. La transición energética nos abre la puerta a convertirnos en un referente en la descarbonización y nos permitirá disponer de los mejores profesionales en tecnologías que apenas han empezado a desarrollarse. 

Quién nos dice que no podemos tener o formar aquí a los profesionales que necesitará cualquier país para acometer el proyecto de soberanía energética. Quién se atreve a negar que en nuestras islas podemos ofrecer un campo de experimentación práctica de los nuevos sistemas de producción, de sus ventajas y problemas. Quién, en suma, se puede oponer a que creemos, en torno a la transición verde, un sector de actividades económicas completamente nuevo y en el que nadie, ahora mismo, se encuentra en mejores condiciones para competir.

En Canarias, en el terreno de la transición energética, hemos hablado mucho, pero tenemos que hacer más. Es el momento de empezar. Porque no podemos quedarnos atrás. Con la colaboración de las Universidades y la creación de nuevas políticas dirigidas a las actuaciones públicas y privadas, podemos apuntalar el nacimiento de esas nuevas actividades altamente especializadas dirigidas a los modernos sistemas de producción y a los sectores económicos y comerciales que pueden generarse en su entorno.

Pero para ello, como para tantas otras cosas, necesitamos reformar las administraciones públicas. Simplificar leyes y procedimientos. Facilitar las cosas a quienes quieren invertir en nuevas empresas que diversifiquen nuestra actividad. Una parte del retraso que se lleva en materia de renovables o de inversiones en la mejora de las redes de distribución, se debe a la prolija y tupida red de requisitos que convierten cualquier iniciativa, proyecto u obra, en una tortura que se alarga en el tiempo. Cambiar siempre es posible. Pero hay que tener la voluntad necesaria para hacerlo.

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