El mundo se ha vuelto un lugar desagradable
Vivimos en una realidad dictada desde la posverdad. Donde el personal prefiere oír dulces mentiras a escuchar la verdad, por muy terrible y certera que sea esta. Nuestra sociedad se ha visto incapacitada para dar respuesta a las cuestiones que estos tiempos nos han planteado. No hemos podido solucionar temas medioambientales o de simple convivencia, por ejemplo. Hemos convertido la democracia en una suerte de leyes sobre leyes y en espacio, para que los nuevos tribunos vivan a cuerpo de rey. Hoy las opiniones se defienden desde las atalayas del ego. El debate dejó de existir para convertirse en discusiones de sordos. Y hoy desde una Red social cualquier hijo de vecino puede rebatir a un premio Nobel (bueno quien dice rebatir, debería decir insultar). Así sin complejos porque el hijo de vecino está dando su opinión. Hemos pasado de los eruditos de barra de bar a quien da encíclicas en las redes. Paseen por sus muros y verán esperpénticos dislates sobré cualquier tema. Todo es opinable, porqué aquí las opiniones son armas arrojadizas.
Luego tenenos, por otro lado, que hemos creado una masa social histérica y ofendible. Sí, lo sé suena contradictorio pero lo explicaré. Uno puede dar su opinión,la defiende porque es suya, se le ocurrió a él o porque está sumamente influido por el entorno. Su opinión es una ley sagrada, inamovible, inalterable. Pero si alguien da una opinión o hace un acto que choque con la opinión del primero, este buscará a otros que piensen como él, y entonces se convertirán en un: colectivo ofendido. Y eso amigo mío es lo peor que te puede pasar hoy en día. Ahí eres carne para el escarnio público. Te pondrán un sambenito del color del Facebook y un capirote del Twitter, y te lanzarán a un acto de fe presidido por los ofendidos. Te llamarán: facha. Y te dirán lo mala persona que eres, porque has ofendido a un colectivo y eso por lo visto no se toca.
Nos hemos cargado la educación, los valores y nuestra cultura cimentada en milenios de aprendizaje que se están diluyendo por el desagüe de las redes sociales. Hemos impuesto lo políticamente correcto por el sentido común. Hemos creados adultos débiles, melindrosos y susceptibles de ser ofendidos. Los ves a cada rato llorando por las redes.
En los 80 se hacía y se decía de todo. Todo era políticamente incorrecto, había valores y en la televisión se debatía. Ahora solo escuchamos opiniones vacías, mientras somos gobernados desde gabinetes de asesores de imagen. También en la política se ha sustituido ir de cara por maquillajes imposibles. Pero eso será otra crónica. Es triste el panorama donde nos toca vivir nuestra vida de adultos. Un lugar desagradable a todas luces.
Opinión Carlos Jesús Pérez Simanca